jueves, 31 de enero de 2008

Espero que me dejeis comentarios :(

Aunque se que hay algunos que se lo estan leyendo y dandome su apoyo, so muy pocos los que me dan su opinion. En esta pagina no se cuanta gente entra y si no entra nadie, pues dejo de subir, que la verdad es que escribir no es facil. Creo que para dejar un comentario en estapagina hay que registrarse, pero me podeis mandar un mail. Muchos besos, y aqui os dejo el Capitulo II, espero que os guste.

Capitulo II: Volver a nacer

Esa noche no me costó quedarme dormida, cosa que me extrañó, pero agradecí. Normalmente, y desde siempre no me resultaba fácil dormirme. Cuando desperté y me estaba lavando la cara en el cuarto de baño, entro Isabelle, una de las sirvientas.

Por lo que había escuchado, Isabelle era la asistenta que mas tiempo llevaba trabajando en la casa para Larry. Era algo baja, pelo largo negro, aunque siempre recogido en un moño, un poco robusta y con cara amable. Era la típica mujer que cuando la mirabas, sabías que podías confiar en ella. No sabía la edad que tenía, pero yo le echaba casi cuarenta años.

- Oh! Cariño, ¿Cómo has dormido hoy?- dijo con un gran paquete en las manos envuelto con papel de regalo y un lazo.
- Pues realmente bien, por fin he podido descansar en condiciones- le dije secándome la cara.
- Cuanto me alegro.
- ¿Qué es eso?- pregunté.
- Esto Jesse, es el regalo de cumpleaños de tu madre y de Larry- dijo sonriendo y poniendo el paquete en la cama.
- ¿En serio? ¿Qué es?
- No lo he visto pero seguro que te va a encantar, anda ábrelo- dijo bastante emocionada.

Fui entusiasmada hacia el paquete. Cuando le quité el lazo y el papel de regalo, era una caja de color rosa. Lo deshice, y abrí la tapa. Era un vestido color azul, era de corsé, de palabra de honor y largo hasta el suelo. Era el vestido más bonito que había visto en mi vida. Y lo mejor de todo, ahora era mío.

- Es precioso Jesse. ¿Te lo pondrás para tu fiesta?- dijo Isabelle.
- Oh, no! No he avisado a nadie. Se me olvidó. Y ahora será demasiado tarde- dije dejando el vestido con cuidado sobre la cama.
- No te preocupes, de todas formas, tu madre y Larry han invitado a bastantes familiares, por lo menos estarás acompañada. Además estaremos todos nosotros. ¿Para que necesitas más gente? Los que realmente te quieren están aquí.
- Quizás tengas razón- admití.
- Así me gusta. Bueno tengo que seguir ayudando con los preparativos- Isabelle se fue de mi dormitorio.

Pensé en lo que ella me había dicho. Era cierto que siempre se tiene a la familia, pero yo necesitaba ser querida por alguien más. Quizás no querida, de amor, si no de amistad. Saber que otra persona te quiere, y se lo pasa bien en tu compañía. Y creo que lo más importante, que te apoye.

Para todas las demás personas que sabían que yo estaba mal por ese echo, de no tener a nadie más, todos decían lo mismo,” no necesitas a nadie más mientras tengas a tu familia” y parecía tan fácil, por la forma que tenían de decirlo…

Miré el reloj y eran las dos del mediodía. Salí de mi habitación con el camisón de dormir puesto y fui a almorzar. Allí, en la cocina, me encontré con mi madre. Ella me dijo que los invitados a la fiesta llegarían a partir de las siete de la tarde. Me daba tiempo de estar un rato en el jardín y de darme un chapuzón en la piscina.

Mientras estaba tumbada al sol, sin oír ningún ruido salvo a los pájaros que ocasionalmente pasaban volando alrededor, no podía sentirme mejor. Pensaba que el mundo estaba lleno de cosas que realmente si importan, pero en la sociedad en la que estaba, nadie se daba cuenta de lo más simple y bonito. Toda la gente era materialista. A mi me hacía feliz, ver un amanecer, reírme, tener suerte por todas las cosas que tenía, la música, el sol, las flores… ¿Quizás eso es lo que me convertía en un bicho raro?

Cuando dieron las seis y media, me fui al baño en mi dormitorio, me duché y me lavé el pelo. Cuando salí vi mi vestido sobre la cama, justo donde lo había dejado antes. Vi unos zapatos en el suelo, haciendo juego, no los había visto antes, así que me imagine que era otro regalo más. Me sequé bien y me recogí el pelo mojado con una gomilla. Me puse unas medias de color carne, y el vestido. Los zapatos, como eran de tacón, los iba a dejar para el final. Me dirigí al tocador. Abrí el primer cajón de la derecha y saqué una gargantilla de plata, que me regalo mi padre por mi dieciocho cumpleaños. Era prácticamente lo único que conservaba de él. Me lo colgué y también me puse un anillo de plata.

Me maquillé lo mejor que pude, aunque no me pinté demasiado. Me puse unos pendientes de plata. Siempre me había gustado más la plata que el oro. Me miré y ya sólo faltaba peinarme. Decidí que me iba a dejar el pelo recogido en un moño. Me puse unas horquillas rojas en forma de flor para decorar un poco, y ya estaba lista para bajar.

Vi que eran las siete y cuarto. Ya empecé a escuchar el timbre de la casa y de la reja principal, para que abrieran a los coches que iban llegando. Me eché perfume, no recuerdo el nombre, pero tenía un olor muy fresco.

Salí de mi dormitorio, cerré la puerta y me agarré a la dorada barandilla de las escaleras para bajar a la sala de estar. Mientras iba bajando pude ver a algunos primos, tíos y demás familiares. Me sorprendí mucho de ver a alguno de mis amigos allí. Pero me alegré. Cuando todos me vieron empezaron a darme besos y a decirme lo guapa que estaba.

La fiesta transcurrió bastante normal. Todos los sirvientes estaban sirviendo bebidas y algo de comer a los invitados. Algunos de ellos se estaban bañando en la piscina y otros simplemente charlando en la sala de estar. Sonaba música y no recuerdo de donde procedía.

Bebí martini con naranja que es lo único que solía beber para no perder demasiado el control. Comí algunas chucherías que había por ahí, y al final, llego la esperada tarta. La verdad es que me dio mucha vergüenza, porque la tarta era la más grande que había tenido nunca para mí. Más bien parecía una tarta de boda. Todos me cantaron y rieron mientras cortaba la tarta. Era de fresas y nata, mi favorita.

Me regalaron muchas cosas. La mayoría no recuerdo bien. Sé que me regalaron un joyero de madera, un oso de peluche gigante, bombones y algunas otras cosas. Todo lo recibí con mucha gratitud y con bastante vergüenza. Reconozco que nunca se me dio bien ser el centro de atención. La verdad es que fue un día muy especial para mí, nunca me había sentido tan bien con los demás. Pero todo lo bueno siempre tiene su fin. Y la fiesta terminó sobre la una de la noche. Algunos de mis familiares se iban a quedar a dormir en las habitaciones para invitados que había vacías en la mansión.

Yo tenía los pies doloridos a causa del calzado, así que me despedí de los que aún estaban despiertos y me marché a mi habitación. Cuando entré cerré la puerta y me senté en la cama. Me desabroché los zapatos con gran alivio. Miré mis pies doloridos, algunos dedos los tenía colorados.

Me quité el vestido, las medias y me puse el camisón con el que dormía. Me llegaba a los tobillos, de tirantes y era de tela blanca. Me quité los anillos y el colgante y los guardé en su sitio. Abrí el balcón de mi dormitorio, aquella noche corría una agradable brisa fresca que hacía que el caluroso calor del verano fuera refrescante. Me metí en el baño y me quité el peinado, me lavé la cara y los dientes.

Volví al dormitorio y apagué la luz. Entonces pude comprobar que la luz plateada de la luna lo alumbraba todo. Daba un aspecto mágico a las cosas. No pude evitar levantarme de la cama y asomarme al balcón. Miré desde allí la copa de los árboles que se mecían suavemente con la brisa fresca. Las rosas de mi balcón estaban radiantes y a la luz de la luna mostraban un color negro azulado precioso. Como la luna brillaba tanto no se podía apreciar casi ninguna estrella. Parecía el foco principal en una obra de teatro. Me gustaba mucho mirarla.

Volví a la cama y dejé la ventana del balcón abierta para que entrara el frescor de la noche. Y mientras miraba el hipnótico baile de las cortinas me quedé dormida.

¿Qué fue lo que me despertó? Me pareció haber escuchado un ruido. Pero en una casa en medio del campo… ¿cuando se esta en silencio totalmente? Ya que estaba despierta miré el reloj de la mesita de noche de la derecha y vi que eran las tres y media de la madrugada aún. Aproveché mi desvelo para ir al cuarto de baño. Me ahorré encender luces, porque veía perfectamente todo.

Despreocupada, fui al baño. Me percaté de que tenía un par de ronchas en la espalda que me picaban un poco, una detrás de cada hombro. No las había visto antes. Pensé que quizás los tirantes del vestido me rozaron y no me di cuenta. Cuando terminé en el baño me dirigí a la cama, cuando vi, que las puertas del balcón estaban cerradas. Pensé por un momento que era muy extraño que mi madre o mucho menos, Larry hubieran entrado en mi dormitorio, en plena madrugada para cerrarme las puertas del balcón, con el calor que hacía. Así que secundariamente pensé que quizás cuando me fui a la cama las cerré y no me acordaba.

Ya estaba a la altura de los pies de la cama cuando le vi. Me asusté tanto que ni siquiera salió de mis labios el más mínimo quejido. Estaba junto a la mesita de noche del lado izquierdo. Por lo que podía ver, era un hombre, no muy mayor, a decir verdad, creía que tenía unos veintinueve años como mucho, tenía el pelo por los hombros ondulado suelto, era muy alto, y bastante corpulento. Miraba hacia abajo sin moverse. Estaba vestido con una camisa, unos pantalones negros y llevaba una gran gabardina oscura que le llegaba a los tobillos.

Como no se movía, y tampoco me estaba mirando, lo primero que se me ocurrió fue ir rápidamente hacia la puerta y salir del dormitorio para pedir auxilio. Y eso hice.

Corrí hacia la puerta, pero cuando giré la cabeza para agarrar el pomo, me estampé contra algo y caí al suelo. Era el extraño. ¿Pero como era posible? ¿Cómo pude chocarme con él, si estaba junto a la cama?

En ese momento, sí me entró el pánico y cuando me dispuse a gritar se abalanzó sobre mí, y me tapó la boca con una de sus enormes y frías manos.

- No grites, será lo mejor- susurró.

Puede que parezca extraño, pero cuando escuché su voz, todo el miedo se fue de mí. Su voz era atractiva, sensual, cálida, no era de alguien amenazador. Y asentí. Se separó de mí y me tendió su mano para ayudar a levantarme.

- ¿Quién eres?- le pregunté cuando me puse de pie.
- Sinceramente, eso no importa, aunque ahora, por desgracia para ti, ya no tienes escapatoria, y por lo que veo, te queda poco tiempo- dijo separándose de mí.

Por primera vez le miré directamente a la cara. Era la persona más bella que había visto nunca. Sus cejas, sus brillantes ojos, sus labios perfectos, todo en él era perfecto. Nunca en mi vida le había visto, porque le recordaría.

- ¿Escapatoria?- pregunté.
- Sí. Me temo que sí. Ya le dije yo, que se ocupara él. Pero como siempre, no me hace caso, y encima esa dichosa luna. Maldita sea- parecía estar hablando solo.
- No sé quien eres. Y no sé que quieres decir con todo eso, pero yo no tengo nada, aunque si quieres cosas de valor, deja que llame a mis padres- era la primera vez que me refería a Larry como tal.
- No quiero riquezas, ni baratijas. ¿Quién crees que soy? ¿un ladrón? No, yo robo otras cosas, pero eso no querida- su tonó me dio un poco de miedo.
- Entonces ¿que quieres?
- Todo a su debido tiempo- dijo andando lentamente hacia a mí.

Yo comencé a retroceder, aunque he de reconocer que me era un poco difícil apartarme de aquel… ser, aquel ser perfecto. Solo podía fijarme en él. A duras penas lograba mantener mi mente en mi dormitorio. E inevitablemente me tropecé con el filo de la cama cayéndome en ella.

No me dio tiempo a poder levantarme, cuando ya tenía al desconocido encima de mí. Me agarró las muñecas con sus frías manos, me las puso a la altura de la cabeza.

- Me alegro de que no grites- dijo sonriendo.
- No sé, por qué, pero no puedo- lo pensé y lo dije.
- Mejor. Aunque has sido la única que me ha hecho caso. Te felicito- comenzó a reírse un poco más fuerte. Parecía bastante sádico.

Era extraño porque a pesar de que su rostro estaba muy pegado al mío, no notaba su aliento ni su respiración. Y sus dientes, eran los más blancos que había visto en mi vida. No sabía si estaba soñando o no. Ni siquiera notaba su peso sobre mí. Solo sus frías manos agarrando mis muñecas.

- He de reconocer una cosa querida mía- dijo dejando de reír y pegando su rostro contra el mío.
- Lo que sea- dije.
- Reconozco que cuando gritan me gusta más. Aunque creo que contigo haré una excepción. Porque muy a mi pesar, no puedo probar tu sangre todavía- se levantó de un salto y se puso a los pies de mi cama.

Estaba mirando el dosel de mi cama, lo veía todo muy oscuro, me costaba respirar a causa del miedo que ahora había empezado a introducirse en mi pecho.

- Detesto hacer todo esto. Estas de suerte, o de desgracia. No es nada personal querida, es que luego vienen las preguntas, y no quiero saber nada de nadie, pero bueno…ahora me tienes que acompañar, y por favor no te resistas- alzo su brazo y abrió la mano para que yo se la cogiera.

Me incorporé y arrastrándome un poco agarré su mano. Me ayudo a levantarme y no pude contener mi mirada de miedo. Le miré fijamente a sus brillantes ojos.

- Venga ya, no me mires con esa cara. ¿No te he hecho nada no?, deberías de estar agradecida créeme- me dijo.
- ¿Eres…?- comencé.
- ¿Un vampiro? Sí- dijo como si me hubiera leído el pensamiento.
- ¿Pero como es posible?- balbuceé, dejando de mirarle.
- Ya ves. Tus padres te mintieron de pequeña, porque los monstruos si existen encanto. Yo soy uno, y tu… ¿Qué te voy a contar?

Decidí no decir nada más. Me convencí de que no me quedaba otro remedio que seguirle la corriente. Con mi mano agarrada abrió las puertas del balcón y volvió a entrar la fresca brisa con aroma de rosas, haciendo ondear las cortinas. Su pelo se movía mágicamente, y yo apenas respiraba a su lado.
- ¿Cómo te llamas?- pregunté saliendo con él a la terraza.
- Me llamo Patrick.
- De a cuerdo. No te haré ninguna pregunta porque sé que no me la contestarás ahora, así que te seguiré. Pero, ¿Qué hay de mi familia? No puedo irme así como así.
- Sí que lo harás. Ya no perteneces a ninguna familia. Ahora querida solo me tienes a mí. Bueno a mí, y ese maldito… Venga no hay tiempo- dijo dando un salto y poniéndose de pie en la barandilla.
- ¿Qué haces?
- Tenemos que irnos.
- Pero es una segunda planta. ¿No pretenderás que salte por ahí no?
- Querida, ¿te has parado a pensar que los monstruos no son tan malos como dicen?- dijo.

Me cogió con rapidez de los brazos y me levanto hasta ponerme a su lado. Notaba la barandilla fría en mis pies descalzos. Me cogió en brazos y salto al vacío. Cerré los ojos con miedo, hasta que noté piedras debajo de mis pies, entonces los abrí. Estaba en el jardín. Le miré, pero ya me había soltado y se estaba marchando hacia la verja de la entrada.

No sabía como había llegado hasta la mansión, pero en poco tiempo pude descubrir cómo. Al otro lado de la verja de entrada al jardín, había una moto, en apariencia, bastante echa polvo. Yo no entendía nada de motos, era grande, pero no tenía ni idea de la marca ni la cilindrada que tenía.

Cuando llegamos a la altura de la verja, Patrick dio un pequeño impulso y salto detrás de ella. Fue un salto sobrenatural. Me quedé de piedra al verle. Parecía que lo estaba soñando, y mientras me miraba, ya desde el otro lado, comprendí que estaba esperando a que yo hiciera lo mismo. Aunque no sabía como iba a hacerlo.

- ¿Bromeas?, yo no puedo saltar como tu- le dije un poco indignada.
- ¿Y lo que tienes en la espalda para que te sirve?

Me giré para mirar detrás de mí, pero no vi nada. ¿Qué quiso decir?

- Entiendo, no las tienes todavía, bueno tendrás que sujetarte a mi como antes- dijo.

Volvió a cogerme y en unos segundos ya estaba delante de su moto al otro lado de la verja.

- ¿Qué has querido decir antes?- le pregunté.
- Yo no voy a ser quien te lo explique. Pero todo a su debido tiempo, solo tienes que tener paciencia.

Patrick me miró con cara de pocos amigos y arrancó la moto. Se montó en ella, y por lo que pude comprobar, no había casco ni para él ni para mí. Con un gesto de su cabeza, me indicó que me subiera. Cuando lo hice, me agarré a su cintura. Miré hacia atrás, para mirar la mansión, para divisar mi balcón lleno de rosas, desde el que me había arrojado al vacío. Por un momento tuve la certeza de que no iba a volver a ver aquella mansión, ni a mi madre, ni a Larry. Y nos pusimos en marcha.

martes, 29 de enero de 2008

Capitulo I: El principio de la oscuridad.

Realmente mi vida mortal (hasta que supe que era inmortal) fue desastrosa. Lo era tanto que por culpa de ella, he acabado como estoy esta noche.

Mis padres se habían separado cuando yo solo tenía cinco años. No podía soportar las peleas que tenían entre los dos, aunque yo era muy pequeña y no lo recuerdo bien, una angustia se abalanza sobre mi pecho cuando pienso en ellos. ¿Cómo dos personas que se han amado tanto, pueden llegar a odiarse? Se dice que del amor al odio hay solo un paso. Y es cierto. Lo malo es que viceversa, no es tan fácil.

Como era normal, mi madre se quedó con mi custodia. Se quedó con la casa de mi padre, a demás de cierto dinero al mes, que mi padre pasaba para mí. Motivo ya más que suficiente para que mi padre la odiara más, y más. Y ella no tardó en echarse otro novio. Yo veía a mi padre dos días, cada dos semanas. No era mucho, pero siempre intentaba averiguar cosas sobre la vida nueva y fascinante de mi madre. Se preocupaba más en eso que en estar conmigo y prestarme un poco de atención.

Y por la otra parte estaba mi madre, y su novio. No estaba mal con ellos. Pero siempre se vivían situaciones un poco tensas. Y mi propia vida se iba marchitando, encaminándose por un camino no muy recto. Lo malo de eso, es que siempre te das cuenta demasiado tarde.

Como una niña frustrada que era, (yo solita me convertí en ello), en el colegio no era popular, era todo lo contrario. No tenía amigos, todos me miraban y trataban como si yo tuviera una enfermedad mortal contagiosa. Siempre se reían de mí porque era muy alta y porque tenía el pelo muy largo rubio dorado, siempre lo recordaré.

Pensaba que nadie en el mundo me quería, e inevitablemente dejé de quererme yo también. Pasé por el colegio como si fuera un fantasma. Mi única compañía era mi propia sombra proyectada en el suelo, y los días que no hacia sol, ni siquiera eso. Refugié mi aburrimiento y mi angustia, en leer libros. Al poco tiempo, me encantaba leer cualquier cosa, así que casi no tenía que estudiar para aprobar los exámenes. Mejoré mi ortografía y mi vocabulario. Y con el paso de los años, llegué al instituto. Y pude aprender algún idioma.

En el transcurso de ese tiempo mi madre se casó con su novio y mi padre se echó a la bebida. Casi no le veía. Cuando tenía que venir a buscarme, siempre llegaba tarde o no llegaba. Y yo me cansaba de esperarle sentada en el bordillo de la calle frente a mi casa. Mi madre siempre estaba quejándose de eso. Mi “nuevo” padre era un tipo bastante rico. Era arquitecto, y cuando se caso con mi madre nos mudamos de casa, a la de él.

Recuerdo el día que llegué allí. Había estado dos días organizando la mudanza de mis cosas. Cuando ya sabía que no iba a volver a mi casa, me paré en la puerta de mi cuarto y lo miré por última vez. Vacío. ¿Cuántas veces me habían visto llorar y reír esas paredes?

La nueva casa estaba en el campo, aunque no quedaba muy lejos de donde vivíamos. En el coche no pronuncié palabra, iba absorta leyendo un nuevo libro, sobre fantasmas, me encontraba algo mareada, pero eso no frenaba mi necesidad de lectura. Cuando leía, perdía la noción del tiempo, así que en lo que a mí me pareció poco tiempo escuché la voz de mi madre.

- Jesse, ya hemos llegado- dijo con entusiasmo.

Levanté la vista del libro y miré por la ventanilla. No podía creer lo que veía. Más que una casa, era una mansión de estas que nunca esperas entrar si quiera. Parecía una casa de estas que salen en las revistas del corazón, de algunos famosos.

La mansión era muy grande, no podría decir cuanto, tenía por lo menos tres plantas. Estaba pintada de color salmón. Y tenía un gran jardín con flores por doquier. Y árboles. Aquello parecía el paraíso.

Para entrar, (pues había una gran verja que vallaba toda la propiedad), nos paramos delante de dos grandes puertas de hierro de color negro. En poco tiempo escuché un ruido y la reja comenzó a abrirse. Yo estaba llena de júbilo. Íbamos hacia la entrada de la casa, por un camino de gravilla de color blanco sucio. Paramos el coche en una cochera que había en un lateral de la casa. La cochera era casi tan grande como mi antigua casa entera.

Salí del coche a toda velocidad, sin preocuparme de nada. Me dirigí al jardín. Pude percibir una gran cantidad de fragancias. Olía a rosas, a césped, a margaritas y a la calidez del sol. Y no muy lejos vi una gran piscina. Había un hombre limpiando la superficie con una redecilla seguida de un palo largísimo. El sol resplandeciente me daba en el rostro. No podía sentirme en ese momento más feliz.

- Bueno, ¿Qué os parece vuestro nuevo hogar?- dijo Larry, mi padrastro.
- Es estupendo- dije en voz baja.

En seguida vinieron sirvientes a recoger nuestras cosas, y en poco tiempo apareció el camión de la mudanza. Realmente no nos trajimos demasiadas cosas de la casa, solo algunas pero que mi madre en especial, no quería dejar atrás. Una de las sirvientas, que a mi parecer era bastante mayor, me quiso hacer de guía y me enseñó la casa entera.

Acabé agotada, no se cuanto tiempo tardamos en recorrer todas las habitaciones, baños, salones y patios de la casa. Lo único que no vi, fue el sótano y mi dormitorio que lo habían querido dejar para lo último, mientras ponían mis pertenencias en él.

Estaba en la segunda planta junto a las escaleras (la casa era de tres plantas). No puedo describir la sensación que recorrió mi cuerpo cuando me abrieron la puerta y la vi. La habitación era enorme, y tenía un baño dentro, y un balcón pequeño con una barandilla blanca y unas rosas rojas preciosas. La cama era más grande que una de matrimonio normal. Tenía dosel, con unas cortinas de color rojo oscuro. Toda la habitación era de ese color. Había también un tocador con un gran espejo y un taburete. Había un gran armario a un lado con las puertas de espejos, y dentro de él, había un espacio solo para zapatos.

Todo aquello me estaba pareciendo un sueño. Parecía que de un momento a otro me iban a decir que me tenía que marchar de allí.
La verdad, es que allí la vida era mucho más fácil. Aunque todavía me faltaba ser un poco mas popular y tener algún amigo. Porque seguía sintiéndome sola después de todo.

Y mi vida continuó, como el instituto seguía quedando cerca de la nueva vivienda, no tuve problemas para seguir yendo al mismo instituto.

Mi tiempo allí fue un poco mejor que en el colegio. Allí cuando entré, todos eran nuevos igual que yo, entonces conseguí hacerme unos amigos. Pero claro... Amigos marginados como yo. La verdad es que para mí no eran marginados, porque a mi me trataban bien y por primera vez alguien se reía conmigo y no de mí.

La verdad es que siempre consideré mi forma de pensar, muy distinta a la de las demás personas de mi edad. Y creo que por ese hecho nunca estuve realmente bien con nadie. La verdad, es que con mis amigos del instituto me lo pasaba muy bien. Casi no paraba en casa, siempre estábamos en el cine, o haciendo alguna gamberrada o jugando a los bolos. Pero eso solo iba a durar tres años de mi vida. No quise seguir con la vida de estudiante. Vi de repente que no se me estaba dando demasiado bien y me quise independizar un poco.

Cuando cumplí los diecinueve años, ya tenía un trabajo. Todos mis amigos se habían ido a la universidad o andaban perdidos con sus respectivas parejas, y como yo no tenía, me quedé solo con mis compañeros del trabajo. No eran malos, pero ya no me divertía de la misma forma.

Esporádicamente quedaba con alguno de mis amigos cuando venían algunos fines de semana para estar aquí de visita. Los echaba mucho de menos, y ya volvía a sentir ese hueco en el pecho, ese hueco que significa que a nadie en el mundo le importaba yo, solo a mi familia, ¿pero realmente era así? Y, ¿Por que tenía tanta importancia? Nunca lo supe, pero la gente es así, yo no podía pensar de otra forma. Una vez escuché, que el mayor enemigo que tienes en la vida, eres tu mismo, y realmente creo que es cierto.

El día antes de mi veinte cumpleaños, Larry entró en mi dormitorio. Yo estaba sentada en el taburete del tocador, peinándome.

- Siento no haber llamado a la puerta- dijo de pie al lado de la cama.
- No importa Larry. ¿Qué pasa?- le dije mirándole a través del espejo.
- Mañana es tu cumpleaños, y quiero organizarte una fiesta. Sé que hay poco tiempo, pero no todos los días se cumplen veinte años- dijo tratando de ser simpático.
- Te lo agradezco Larry, pero, de todas formas, no sabría a quien invitar.
- Eso no es problema, mañana es Sábado y seguro que tus amigos pueden venir. Es tu cumpleaños, es un día muy especial. Ya verás.
- Bueno, no lo sé. Puedo probar y llamar a algunos a ver si quieren venir.
- Así me gusta. Yo invitaré a algunos amigos, ya verás lo bien que lo pasas- salió de mi cuarto y cerró la puerta.

En todos los años que ya llevaba conviviendo con Larry, le cogi afecto, trataba muy bien a mi madre y realmente a mi también. Y como ya nunca veía a mi padre biológico…

Me miré en el espejo. Sabía que no me lo iba a pasar bien. Pero por lo menos me anime en pensar que Larry por lo menos había mostrado interés en mi cumpleaños.

Que no muera la fantasia.

Bueno, ya he recibido alguna "critica" y algun que otro consejo. Lo considero bueno, porque así se aprende mas. Muchas gracias a todos los que estais entrando aqui, y echandole un vistazo a lo que quiero que algun día se convierta en un libro. A qui os dejo el primer capitulo. espero que os guste, y cualquier cosa, me lo dejais en comentarios, o tambien me podeis escribir un mail. Besos.

lunes, 28 de enero de 2008

Aqui sigo esperando Comienzo.

La lluvia no para de caer sobre mí, mientras deambulo por la calle en busca de algún lugar donde resguardarme. Me dispongo a escribir mi historia. Mi triste historia. Lo que fue de mí, y lo que es ahora.

No hay nadie por la calle, ni siquiera circulan coches por la carretera, solo están las mortecinas luces anaranjadas de las pocas farolas que hay a ambos lados de la calle. La ropa empieza a pesarme, mantengo la cabeza agachada y mis cabellos mojados están pegados a mis frías mejillas.

En una mano, dentro de mi abrigo, sostengo un violín contra el pecho y en la otra llevo un rosario negro mojado. Estas cosas tan simples, son lo único que me queda de las personas que llegaron a importarme en mi vida.

He vivido durante muchos años ocultando lo que soy. Pero eso va a cambiar. Estoy dispuesta a darme a conocer al mundo entero.

Levanto la vista. Miro la fachada de una papelería. Casi sin esfuerzo rompo el cristal de la puerta de un codazo. Me meto en el interior.

No salta alarma ninguna. No me sorprende, la tienda parece ser muy vieja y pequeña. Sin embargo tenía exactamente lo que iba buscando. Dejo el violín y el rosario en el mostrador de madera estropeada. Me giro y me dispongo a coger unos folios y algo con lo que poder escribir. Naturalmente, voy mojando el suelo a medida que ando por la tienda, pero eso es lo que menos me preocupa. Buscando las cosas, se me ocurre un sitio a donde poder ir para resguardarme de la lluvia y no ser molestada por nadie.

Mi mente esta a punto de corroerse. Tengo mucha tristeza en mi interior, y no sé como hacer para terminar con ella. No quiero nada. Solo cojo los folios y los bolígrafos.

Cuando por fin lo encuentro todo, vacío un maletín de piel, para pinturas, y lo meto todo en su interior. Vuelvo a coger mis cosas del mostrador, busco una bolsa y meto el maletín en ella para que no se moje la piel con la lluvia. El sitio a donde me dirijo no queda lejos para mí, que puedo moverme a una velocidad increíble si quiero. Y eso hago…

A la velocidad que voy corriendo dudo mucho que nadie se percate de que paso si quiera por su lado. Así que no tardo en llegar a una pequeña iglesia abandonada que hay a las afueras de la ciudad. Aquí nadie podrá molestarme.

La iglesia, tiene todas las entradas posibles (ventanas, puertas) tapiadas con grandes tablones de madera, llenas de graffitis, los jóvenes de hoy, acuden como viciosos a cualquier cosa que sea una prohibición, o sea ilegal. El techo tiene de pinta de venirse abajo en cuestión de poco tiempo. Pero para mí, eso no supone ningún problema. Bajo los pequeños y desgastados escalones de madera, y por fin llego al sótano. No es demasiado grande, solo hay un cuadro de luces, un par de baúles cerrados, algunas velas a medio gastar en un charquito seco de cera, flores de plástico llenas de polvo, y alguna figura de Jesús y la virgen Maria.

Me siento en el suelo, y me quito la chaqueta mojada. Delante de mí coloco el violín y el rosario. Saco el maletín de la bolsa de plástico y lo abro, saco los folios y los bolígrafos. Me coloco el maletín encima de las piernas, para poder escribir con mayor facilidad.

Escucho un ruido a mi derecha. Es una rata, mi cuerpo casi se abalanza sobre ella para poder beber un poco. Pero miro hacia otro lado. Cierro los ojos con fuerza y consigo controlarme, aunque no se por cuanto tiempo podré. Noto que se marcha a través de un pequeño agujero de la pared, y que me arde el pecho como si hirvieran mis entrañas.

Vuelvo a abrir los ojos, y miro mi mano temblorosa con el bolígrafo entre los dedos, sobre el folio, aún en blanco y un poco mojado por culpa de mis dedos húmedos aún.

Aqui, sigo esperando.

Hola a todos. Bueno este titulo que uso tanto, es de mi libro. Estoy intentando que alguien me ayude a publicarlo, porque por el momento me han pedido demasiado dinero del que me puedo permitir. Voy a ir escribiendolo aqui, con la esperanza de que le guste a todo el mundo y de poder expandirlo que todo el mundo se lo lea. Cualquier duda o por si alguien se quiere poner en contacto conmigo, dejo mi direccion de correo aki: emmie_mye@hotmail.com. Gracias a todos.